viernes, 25 de febrero de 2011
** El deseo es el principal enemigo de la perfección espiritual...
Mata, entonces, al deseo; rechaza el apego a la posesión y al goce de la apariencia exterior de las cosas.
Sepárate de todo lo que te llega en forma de contactos y solicitaciones exteriores, en forma de objetos-deseo de la mente y de los sentidos.
Aprende a soportar y a rechazar todo asalto de las pasiones, y a permanecer al abrigo en tu yo interior, soporta incluso las reacciones adversas de tu multipersonalidad, aunque se enfurezcan todos tus nervios, hasta que por fin dejen de afectar a alguna parte de tu naturaleza.
Resiste y repele de forma parecida los formidables ataques, incluso los contactos más suavemente insinuantes, de alegría y de dolor.
Rechaza la simpatía y la antipatía, destruye la preferencia y el odio, arranca de raíz la tentación de evadirte y la repugnancia.
Ten una indiferencia calma frente a estas cosas y frente a todos los objetos de deseo en toda tu naturaleza. Posa sobre ellos la mirada silenciosa y tranquila de un espíritu impersonal.
El resultado será una igualdad absoluta y el poder de una calma imperturbable que el espíritu universal conserva ante sus creaciones, afrontando siempre la acción múltiple de la Naturaleza.
Mira todo con mirada ecuánime; recibe con corazón igual y con una mente igual todo lo que te llegue, éxito y fracaso, honor y deshonor, estima y amor de los hombres, así como su desprecio, su persecución y su odio, todos los acontecimientos que para los demás podrían ser causa de alegría, y todos los acontecimientos que para los demás podrían ser motivo de aflicción. Considera a todas las personas con mirada ecuánime, a los buenos y a los malvados, a los sabios y a los alienados, a los brahmines y a los parias, al hombre en su cénit y a todas las criaturas más insignificantes.
Accede con trato igual a todos los hombres, cualesquiera que sean sus relaciones contigo, a los amigos y aliados, a los neutrales e indiferentes, a los adversarios y enemigos, a los que aman y a los que odian.
Todo esto concierne al ego y tú estás llamado a liberarte de él; son relaciones personales, y debes observar todo con la mirada profunda del espíritu impersonal; son diferencias temporales y personales que debes ver, pero no dejarte influir por ellas; porque debes fijarte, no sobre estas diferencias, sino sobre lo que es idéntico en todos, sobre el yo único que todos son, sobre el Divino en cada criatura y sobre el funcionamiento único de la Naturaleza, que es la voluntad igual de Dios en los hombres, en las cosas, en las energías, en los acontecimientos, en todo esfuerzo, en todo resultado, en todo fruto, cualquiera que sea, el accionar del mundo.
La acción, sin embargo, se cumplirá en ti, porque la Naturaleza está siempre trabajando; pero debes saber y sentir que tu yo no es el autor de la acción.
Observa simplemente, observa sin emoción el funcionamiento de la Naturaleza, el juego de sus cualidades, y la magia de los gunas (tendencias predominantes en tu naturaleza).
Observa impasible esta acción en ti mismo; observa todo lo que ocurre alrededor de ti, y verás que en los demás se produce el mismo proceso.
Observa que el resultado de tus obras y las de los demás, difiere constantemente de lo que tú o ellos deseáis u os proponéis; que no es el fruto de tus obras tuyo, ni suyo, ni de los otros, sino el fijado de forma omnipotente por un Poder más grande, que quiere y actúa aquí abajo en la Naturaleza universal.
Observa asimismo que incluso la voluntad que pones en tus obras no es la tuya, sino la de la Naturaleza.
Es la voluntad del sentido del ego en ti, y está determinada por la cualidad que predomina en tu composición, y que la Naturaleza ha desarrollado en el pasado, o bien la ha presentado en el momento actual.
Esta voluntad depende del juego de tu personalidad natural, formación de la Naturaleza que no es tu persona verdadera.
Retrocede de esta formación exterior y entra en tu silencioso yo interior; verás que tú, en tanto que Alma, eres inactivo, y que, no obstante, la Naturaleza continúa ejecutando siempre sus obras de acuerdo con sus gunas.
Fíjate en esta inactividad y en esta tranquilidad interior; no te consideres nunca como el hacedor. Permanece estabilizado en ti mismo, por encima del juego, libre de la agitada acción de los gunas.
Vive seguro en la pureza de un espíritu impersonal, vive sin que te perturbe el oleaje mortal que persiste en tus miembros.
Si puedes hacer esto, entonces te encontrarás promovido a una gran liberación, a una vasta libertad y a una paz profunda. Entonces serás consciente de Dios, e inmortal, poseído de tu existencia esencial e intemporal, independiente de la mente, de la vida y del cuerpo, seguro de tu ser espiritual, indemne a las reacciones de la Naturaleza, no manchado por la pasión, el pecado, el dolor y el sufrimiento.
Entonces no dependerás, para tu alegría y tu deseo, de algo mortal, exterior o mundano, pero poseerás, de forma inalienable, la felicidad, que se basta a sí misma, de un espíritu calmo y eterno.
Entonces habrás dejado de ser una criatura mental, y te habrás convertido en un espíritu sin límites, el Brahman.
Rechazando de tu mente toda semilla de pensamiento y toda raíz de deseo, alejando la imagen del nacimiento en el cuerpo, puedes pasar, en el momento de tu fin, a esta eternidad del Yo silencioso, concentrándote en el Eterno puro y transfiriendo poderosamente tu consciencia al Infinito, al Absoluto.
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1 comentario:
Me encanta todo lo que escribes, cuantas verdades,y cuanto tengo que aprender, gracias por estar. un abrazo
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