No cabe
duda que uno de los peores momentos del hombre es cuando está siendo agredido
en su persona o en su valor. Momentos son muchos los vividos desde la infancia
hasta la edad actual. Somos mercenarios de la agresión sobre el otro con el
ánimo de controlar una imagen o un valor que hemos cedido de nosotros y puesto
en ese otro y por tanto nos damos el derecho delimitar su propia expresión y
libertad por lo que representa para nosotros.Le damos al agredido la imagen o el valor de la propia seguridad o de la valía de nuestra persona como si fuera un objeto obtenido para tal fin. Y el miedo a hacer tocados en nuestra individualidad o de perder nuestro objeto de valor nos lleva a defenderlo con la agresión.
De niños sufrimos la agresión de los padres porque ellos defienden su valor como “padres” en el control que ejercen sobre sus hijos, si un hijo se sale de control no son buenos padres. Los hermanos hacen parte del proceso por la defensa del objeto de su amor que son los padres o por la simple competencia de quien es el mejor.
Y así sumamos a la lista amigos, familia, pareja, compañeros, extraños y cualquier otro que se sienta amenazado por nuestra presencia en su vida.
No tenemos que ignorar el hecho de que la agresión es dolorosa para quien la vive, pero que hay de quien la infringe?
El miedo soporta cualquier manifestación de oscuridad, puede tomar cualquier forma, los golpes e insultos son apenas una leve muestra. La mayor manifestación está en el odio profesado del agresor y del agredido. Es el peor daño causado y efectuado sobre el individuo.
El miedo a perder lo valioso del agresor y el miedo de recibir la agresión del agredido, tienen su congruencia y se alimentan uno al otro
No hay forma de cortar el círculo que se ha formado sin la consciencia de alguna de las partes. No es fácil, la única forma es que se encuentre el fondo de la acción perpetrada, el origen del vacío que quiere llenar el agresor con su acto y el vacío que el agredido no integra a su ser para defenderse y detener el acto.
Profundas cicatrices permitimos que se formen antes de parar. La consciencia del hombre debe llevarlo a la libertad de ser y dejar ser al otro como desee sin creer que somos objetos de valor para otros.
La lucha de poderes son agresiones, la lucha por tener la verdad es una agresión, la lucha en si es una agresión contra mí mismo y contra el otro.
Entonces parémonos en nuestro SER y digámosle al otro “porque me agredes?
Que quieres controlar? De que tienes miedo?,
Yo soy libre y no te permito que me robes mi derecho de ser y elegir lo que soy”.













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