domingo, 18 de abril de 2010
**EL CUIDADO DE LA VIDA INTERIOR DEL NIÑO
Estamos hablando de un nuevo paradigma, ya no hablamos de lo que debemos y no debemos, de lo correcto o incorrecto, los nuevos niños nos sumergen en las profundidades de nosotros mismos aunque no querramos. Nos dicen, nos piden que miremos nuestra alma primero, para luego poder cuidar la suya.
El niño, ya desde el momento en que es concebido debiera percibir del entorno y de su madre el mensaje, la vibración de: “te amo, te cuido, ven tranquilo, aquí la vida es bella”.
Luego al nacer cuando el cuerpo le resulta incomodo, el cuidado del adulto y el contacto le deben confirmar este mensaje: “si duele pasará, si lloras hay un consuelo y un abrazo, si estas incómodo en mis brazos encontrarás paz, duerme que te cuido, con toda mi aura te envuelvo.”
Es como ir moldeando con la fuerza del amor, con la quietud espiritual, con el contacto seguro y tranquilo, un cuenco de arcilla en su interior, sutil pero fuerte, colmado de ánimo, fuerza y seguridad de existir.
Estamos hablando de superar el discurso moral de bien y mal, además recordando que no sólo alcanza con ser aquel ejemplo superficial que muestra al niño mediante su accionar las cualidades de lo que este debe copiar de él. Esto es un gran paso, podría decirse que es el primer paso cuando aun no se ha conquistado algo mayor, pero si elevamos más nuestra búsqueda encontraremos una nueva ley pedagógica.
Estamos siendo guiados hacia una actitud más elevada de nosotros mismos: ¿Qué vibra el adulto cuando le habla al niño o cuando busca ser su ejemplo?
Esto es lo nuevo: Lo que el adulto vibre en su accionar, traspasa el accionar y se vuelve esencia permeable al niño. Si queremos enseñar al niño lo que es la calma, el adulto debe saber conquistarla interiormente primero. Sentir su recogimiento, su concentración, su propio cuenco primero. Y si nota que no lo tiene o está dañado, debe transformarse responsable y alegremente en su propio escultor moldeando su cuerpo y su interior como arcilla, trabajando en sí mismo con sinceridad como un niño.
Si conozco el camino que lleva a la paz podré guiar otros a su encuentro.
Pero en general ¿Qué es lo que sucede? Esto niños movedizos, inquietos, irritables, intolerantes sacan rápidamente del eje al adulto. Ante los recurrentes estados de estos niños, rápidamente el adulto se vuelve intolerante e irritable también. Ambos vibran en la misma frecuencia.
Los niños sacan a flote lo que está más allá del mensaje que damos para educar.
Paciencia, estado sereno y calmo, capacidad de contemplación y quietud, escucha atenta y abierta, es lo que necesitarán estos niños como trato.
Y para que el sentir paciente y calmo surja espontáneamente por parte del adulto, antes de querer cambiar al niño, se debe el adulto poder sentirse, aceptarse y aceptar.
Primero me miro, me reconozco y me acepto. Después miro al niño, lo reconozco y lo acepto. Y de la aceptación SIEMPRE SURGE LA PAZ. Abrazo al niño con mi paz, y pese a lo que haga, lo invito con movimientos cálidos, con serenidad en mi voz a volver a si mismo. Con un cuidado diario y periódico de su interior, el niño comenzará a construir su propio cuenco.
Cuando dejamos de negar y luchar contra lo que queremos cambiar, cuando surge la verdadera aceptación, todos ustedes lo saben, en algún momento lo han podido notar, sorpresivamente algo empieza a cambiar. ¿Qué cambia? ¿Cambio yo o cambia el otro? No hay separación, la unidad que formamos con el otro hace que todo movimiento interior sea percibido afuera de mí y cause una transformació n.
Además, cuando aparece la paciencia, aparecen nuevas herramientas que tan lejanas parecían cuando estaba corrido de mi eje. Ahora puedo jugar con el niño aunque este se enoje con facilidad, ahora puedo mantenerme sereno cuando en la mesa en niño se torna movedizo e intranquilo. Puedo esperar que se le pase, no tengo apuro. Ahora puedo leerle un cuento aunque parezca no escucharme, puedo mantener mi concentración aunque parezca en vano. Ahora puedo hablarle a su alma, desde mi más profunda paz, y más aun, puedo sin hablar mostrarle lo que es la Paz.
Autora: Nancy Erica Ortiz
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