La vida es un movimiento de meditación permanente. Alguien me pregunta ¿qué es la meditación?, ¿cual es la fórmula de la meditación?, es muy simple: VIVIR. Porque cuando no estás meditando estás muriendo en términos humanos y cuando tú meditas aprendes.
La ley de la vida es aprender.
Cuando tú te sientes aprendiz eres humilde
y si eres humilde tienes apertura amorosa
y si tienes apertura amorosa tienes cordialidad
y si tienes apertura amorosa más cordialidad tienes empatía,
tienes simpatía, tienes resonancia, tienes comunicación fluida
y tienes paz.
Y no tienes paz porque conquistes la paz sino porque reconoces la paz que hay en ti. Todas las cosas estaban ahí: la paz, el amor, la libertad, la materia, la energía, la información, la conciencia, la perfección. No había que buscar la perfección, acuérdense. Ya éramos perfectos así como éramos. El único problema es que aunque las cosas estaban, éramos nosotros los que no estábamos.
Cuando no somos humanos es porque no estamos en nosotros. Es porque hemos asumido un patrón de identidad falso, porque nos hemos negado nuestra sensibilidad, porque nos hemos negado a movernos interiormente, porque no hemos aceptado conmovernos. Es porque hemos ido al seminario para escuchar la voz del viento pero no permitimos que el viento golpeara nuestra cara en las aceras que nos acercaban a esta sala y sintiéramos el placer del viento. Es tal vez porque sentimos que el día era muy feo pero no comprendimos el lenguaje de los grises y el día esta hermoso cuando es gris. Y el mar es mas hermoso cuando está enojado y la lluvia fresca también es hermosa porque la lluvia ablanda la tierra, porque la lluvia permite el milagro de las semillas y el milagro de las germinaciones, sin la lluvia no existiría primavera.
A veces nos movemos cuando la vida nos quema. No es necesario esperar a morir para que la vida nos queme, nos remuerda; no es necesario que la vida nos duela intensamente hasta la destrucción para que podamos despertar.
Despertar a la vida es muy simple:
es reconocer que en una sola cosa están todas las cosas
si la observas desde tu corazón.
En cada cosa están todas las cosas. En cada naranja están todas las frutas, en cada mariposa están todos los vuelos, está el sol, el aire, el paisaje, el silencio, la crisálida, los gusanos, la historia de la evolución. En cada migración está la historia de la conciencia cósmica que se mueve haciendo de cada individuo la célula integrante de un organismo inteligente y grupal. Cuando Uds. ven una mariposa o cientos de mariposas volar, están viendo el gran cuerpo de una conciencia que se mueve, el oleaje de un solo mar. Cada una de las mariposas que migran es apenas una ola dentro de un mar de conciencia colectiva.
Y pensamos que si no sentimos estamos vivos y es todo lo contrario.
Y pensamos que si no nos duele estamos sanos y es todo lo contrario.
Desde el punto de vista médico hay una cosa catastrófica que es el estrés opiáceo, así se llama. El estrés opiáceo es un estrés del que no tienes escapatoria, es algo impredecible para ti, es algo que tu no puedes controlar. Y cuando tu no puedes controlar, cuando no eres dueño de ti mismo, cuando no puedes utilizar tu instrumento el organismo emplea un mecanismo de defensa único y precioso que es liberar opiáceos endógenos, es liberar endorfinas, encefalinas y sustancias análogas de la morfina y de la heroína que conocemos. ¿Porque razón?, porque el cerebro está equipado con receptores para esos opiáceos con el fin de amainar el dolor en los momentos críticos de la vida. Pero una vez que pasa la crisis pasa el estrés. Y has amainado el dolor y has podido sobrevivir.
Abrirnos a la vida es abrirnos a la inocencia, a la totalidad del cuerpo,
a ese estado negentrópico de la infancia interior permanente.
El Niño Dios nace en nosotros todos los días y no tan sólo los veinticuatro de Diciembre cuando somos conscientes de nosotros, cuando rescatamos la conciencia íntegra de ser lo que somos, de ser el cuerpo, de ser los deseos, de ser la piel, de ser el alma.
En ese momento estamos renaciendo a la vida, renaciendo a los sentidos pero llenos de sentido. Ya no vivimos para embotar los sentidos y anestesiarlos sino que ya vivimos para abrir los sentidos, para despertar los sentidos, para vivir el dolor encontrando también en el dolor una oportunidad y un sentido. En ese momento, en ese instante, la vida empieza a hacerse significativa.
La vida es desequilibrio, es crisis continua, es crecimiento, es un vórtice caótico.
Si no tienes crisis, si no te duele la vida, si no te conmueves,
estas muy grave aunque no te diagnostiquen un cáncer.
Pero si tú tienes un cáncer o una enfermedad terminal terrible y estás despierto y eres consciente de ti y eres consciente de tu crecimiento, de tu dolor y estás aprendiendo la lección así sea dolorosamente, estas terriblemente vivo, mucho más vivo que los muertos autómatas que deambulan por todas las calles de las grandes ciudades del mundo.
Entonces morir o vivir no tiene nada que ver con estados perfectos de equilibrio,
la vida es desequilibrio y el desequilibrio es significativo
si nos aporta su lección que es aprendizaje.
Cuando un hombre despierta el Cosmos abre unos ojos,
el Universo canta en nosotros, está en nosotros,
somos una estrategia de la conciencia universal para aprender.
Dios aprende a través de nuestros ojos.
Dios crea a través de nuestros sentidos, a través de nuestras manos.
El Cosmos se contrae en nosotros y en la vida para expandir su conciencia. Nosotros somos antenas de expansión de la conciencia, pero hemos tenido la expansión y vamos en una infinita contracción, hasta la total negación, porque hemos negado el arte de liberarnos, el arte de entregarnos, el de expirar, el de morir, el de darnos.
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